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Transición de purés a sólidos, ¿por dónde empiezo?

Como os contamos en algún blog anterior, el rechazo o el miedo a la comida es una etapa normal en el desarrollo infantil. Los niños, normalmente con edades comprendidas entre 1 y 3 años, pueden desarrollar un miedo a cualquier alimento o plato nuevo si cambia la forma de presentarlo, su textura o si todavía no lo conocen.

Esto suele resolverse con exposiciones repetidas en un entorno tranquilo y seguro; pero a veces se mantiene en el tiempo y aparecen dificultades para cambiar de una textura a otra (transición alimentaria).

Desarrollo de la alimentación

El desarrollo de la alimentación debería ser un proceso disfrutado por los bebés, transicionando de la lactancia a la alimentación complementaria de forma natural y sin dificultades.

Tradicionalmente, la forma de presentación de los alimentos en el niño ha pasado siempre por iniciar con alimentos triturados que le daba el adulto (papilla lisa), siguiendo con purés más grumosos y semisólidos; para posteriormente introducir los alimentos sólidos a medida que iba desarrollando las diferentes funciones oromotoras propias de cada etapa (succión nutritiva y no nutritiva, mordedura fásica, masticación propiamente dicha, etc.).

Opciones para realizar la transición alimentaria

Como actualmente no existe un protocolo estandarizado ni un consenso entre comunidades, tampoco existe una forma concreta de realizar la transición de texturas.

Lo que sí se sabe, es que lo ideal es comenzar directamente con texturas grumosas y semisólidas hacia los 8-9 meses, para luego ir aumentando progresivamente la consistencia de los alimentos. Además, a los 12 meses el niño ya puede consumir el mismo tipo de alimentos que el resto de la familia aunque la preparación sea diferente, y ofrecerle la oportunidad de comer lo mismo que los adultos es de gran ayuda para lograr una alimentación tranquila y exitosa.

Una vez que tenemos decidido iniciarla, tenemos dos opciones:

1.Realizar una transición de texturas por varios pasos, teniendo en cuenta que si escogemos esta opción, el proceso se alargará más en el tiempo y que el niño puede ser menos activo durante la comida:

a.Empezar espesando gradualmente la papilla desde una textura néctar (similar a la de un zumo de melocotón) a una textura tipo hummus aguado que todavía no puede comerse con tenedor, y mantenerla en esta consistencia 1-2 semanas.

Textura tipo hummus Imagen extraída de: Restauracioncolectiva

b.Ofrecerle trozos de los alimentos que forman el puré en la misma comida junto con papillas más espesas que ya pueden comerse con tenedor.

Papilla mas espesa y sólidos Imagen extraída de: pequerecetas

c.Retirar la textura de papilla para ofrecer alimentos sólidos que se ablanden en boca, potenciando el desarrollo de la masticación y alcanzando la autoalimentación.

Sólidos en formato finger foods Imagen extraída de: Lillydoo

2.Ofrecerle sólidos de un día para el otro sin realizar todos los pasos previos: si un bebé puede pasar de una consistencia líquida como la leche a una consistencia más pastosa como los purés sin confusión alguna; tampoco habrá confusión para que pase directamente del puré a los trozos. Además, ayuda a estimular la masticación desde un primer momento y fomenta la autoalimentación.

Y si la transición a sólido no va bien y el niño sigue comiendo purés durante meses, ¿cuál puede ser la causa?

Para que nuestro pequeño coma de todo y disfrute haciéndolo, es necesario que tenga unas habilidades oromotoras adecuadas y maduras que le permitan succionar bien, recoger el alimento de la cuchara sellando bien sus labios, cortar, masticar y mover los alimentos con la lengua; hasta lograr una consistencia adecuada que pueda llevar hacia la parte posterior de la boca para tragar.

Además, sus habilidades de procesamiento sensorial deben permitirle discriminar las características de los diferentes alimentos que se introducen en la boca, para poder manejarlos bien dentro de ella sin llenarla en exceso o acumularlos en las mejillas.

Entonces, cuando esto no ocurre, lo mejor es acudir a un logopeda para que realice una valoración completa de las estructuras implicadas en el proceso de la alimentación y así detectar la causa concreta de las dificultades, entre las que se encuentran:

1. Causas físicas/orgánicas: si desde logopedia se observa que el peque tiene un frenillo lingual corto que le impide mover bien la lengua, un tono muscular alterado en la zona de la cara y/o boca, si es respirador oral… Es probable que le cueste comer bien porque los movimientos necesarios para la masticación y elaboración de los alimentos dentro de la boca no son adecuados o todavía no se desarrollaron (ej.: hay mascado en lugar de los movimientos rotatorios del proceso masticatorio).

2. Hipersensibilidad: el peque puede ser más o menos sensible, de forma que con tan solo ver u oler determinados alimentos, le provoquen rechazo o arcadas y no quiera meterlos en la boca ni disfrutar comiendo. Si además, nuestro peque tiene una alta sensibilidad a los estímulos de tipo táctil, es probable que rechace también tocar muchas texturas, mancharse las manos, o explorar ciertos materiales y texturas (ej.: plastilina, arroz, arena…).

En este caso, además de realizar una valoración logopédica y que nos proporcionen unas pautas de cómo actuar (ej.: empezar con unos determinados tipos de alimentos u otros y evitar texturas mixtas), también es recomendable realizar una valoración de terapia ocupacional para trabajar sobre ese rechazo a los materiales y texturas.

3. Retraso en la presentación de alimentos sólidos: la mala gestión de sólidos por parte del bebé suele estar muy relacionada con la falta de experiencias orales adecuadas y con una presentación tardía de los alimentos sólidos. Esta falta de experiencias orales, del mismo modo, también puede provocar que las estructuras implicadas en la masticación no se encuentren totalmente tonificadas y preparadas para trabajar.

Para solucionarlo, lo mejor que se puede hacer es introducir los sólidos a los 6 o 7 meses, momento en el que tienen suficiente control de tronco, interés por los alimentos, capacidad para coger las cosas con sus manos y llevarlas a la boca, un sistema digestivo más maduro y ya no aparece el reflejo de extrusión.

En definitiva, dar un modelo de alimentación adecuado y trabajar mano a mano con el área de logopedia es clave para lograr una transición exitosa. Si además, sentamos al niño a la mesa con nosotros, le damos de comer al mismo tiempo y la misma comida aunque adaptada a su momento evolutivo, y no lo obligamos a comer; hay muchas posibilidades de que él quiera probar y también lo disfrute porque a comer se aprende.