En España cada año entre 110.000 y 120.000 personas sufren un ictus. Tras sufrir un accidente cerebrovascular, se debe prestar atención a la salud cardiovascular, ya que existe riesgo de sufrir otro episodio. El riesgo de sufrir un segundo ictus incrementa exponencialmente a medida que pasan los años desde el primer episodio, llegando a un 40% de recurrencia tras 5 años.
¿Cuáles son los factores de riesgo de sufrir un ictus?
Existen una serie de factores que determinan el riesgo de sufrir un episodio cardiovascular, y estos se pueden dividir en modificables o no modificables, es decir, hay algunos factores que no podemos cambiar, como es nuestro sexo, edad, raza y genética, que pueden derivar
en un menor o mayor riesgo.
Pero también existen factores que se pueden controlar a través de distintas vías (medicación, actividad física, dieta…) que nos pueden ayudar a reducir el riesgo cardiovascular.
Entre los factores de riesgo cardiovascular que se pueden modificar encontramos:
- Hipertensión
- Colesterol
- Diabetes
- Obesidad
- Hábito tabáquico
- Ingesta de alcohol
- Dieta no saludable
- Inactividad física
¿Qué podemos hacer para reducir el riesgo de sufrir otro ictus?
Para reducir el riesgo de padecer otro ictus es importante controlar los factores de riesgo modificables, lo que requiere de un abordaje multidisciplinar entre los profesionales de las distintas áreas.
Las alteraciones que se producen tras un accidente cerebro vascular frecuentemente repercuten sobre la participación en las actividades de la vida diaria y a nivel social, lo que conlleva también una disminución de la actividad física. Sin embargo, aumentar el nivel de actividad física reduce el riesgo de padecer un ictus. Cuanto mayor sea la intensidad del ejercicio, mayor es el impacto sobre el riesgo. Además, el nivel de actividad previo al ictus está relacionado con una menor severidad de las secuelas.
La dosificación, planificación y adaptación del ejercicio en personas con patología neurológica deben ser realizadas por fisioterapeutas que adecúen la actividad a las características y objetivos de cada persona.
Los programas de entrenamiento en personas que ya sufrieron un ictus, además de reducir el riesgo de tener otro episodio, mejoran los indicadores de discapacidad , la capacidad cardiorrespiratoria, la fuerza, la velocidad de la marcha y el equilibrio.