Un daño cerebral adquirido (DCA) se considera, según la Federación Española de Daño Cerebral Adquirido (FEDACE), una lesión repentina en el cerebro, que aparece de forma brusca acompañada por un conjunto variado de secuelas, las cuales provocan anomalías en la percepción, alteraciones físicas, cognitivas y/o emocionales. Existen diferentes causas, entre ellas: accidentes cerebrovasculares (ACV o ictus), traumatismos craneoencefálicos (TCE), tumores cerebrales, anoxia, hipoxia, encefalitis, etc.
Es importante destacar que los ictus son la segunda causa de muerte en España, por lo que de los supervivientes la mayoría presentarán secuelas que limitarán su independencia funcional (deglución, comunicación, deambulación, déficit de equilibrio y coordinación, estado de ánimo, etc.). Cada paciente es único, y función de qué área cerebral resulte lesionada, así como de otros factores tales como el tipo de ictus o la extensión de la lesión, presentará unas características u otras:
El 90% de los ictus se pueden prevenir, y es por ello importante tratar de prevenirlo evitando la aparición de factores de riesgo, como son:
FACTORES DE RIESGO |
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⦁ Hipertensión arterial |
⦁ Colesterol elevado |
⦁ Diabetes tipo 2 |
⦁ Obesidad |
⦁ Estrés |
⦁ Tabaco |
⦁ Alcohol y drogas |
⦁ Inactividad física |
Frente a estas recomendaciones, de forma habitual la persona que ha sufrido un ictus suele disminuir su nivel de actividad diaria volviéndose más sedentaria (factor que en muchas ocasiones se ve aumentado todavía más al necesitar de otra persona para realizar actividad física); todo ello incrementa todavía más la presencia de otros factores de riesgo, tales como el sobrepeso (u obesidad) o el aumento de la tension arterial. Se produce entonces un círculo vicioso y peligroso que nos conduce a una situación de gran riesgo para la salud, que favorece la aparición de úlceras de presión y atrofia muscular, y en los casos más extremos, puede llegar a aumentar las posibilidades de volver a sufrir otro ictus o cualquier tipo de enfermedad cardiovascular.
¿ES REALMENTE IMPORTANTE QUE ME MUEVA?
Esta es una de las preguntas que muchas personas se hacen a sí mismas tras un ictus, ya que como típicamente les cuesta más moverse tienden a evitar hacerlo. Para poder responder a esta pregunta debemos hacer hincapié en los problemas subyacentes a la inactividad.
LA FALTA DE ACTIVIDAD FÍSICA PRODUCE |
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⦁ Atrofia muscular, disminución del rango articular y aparición de actitudes viciosas y rigideces: en el paciente que ha sufrido un ictus es típico que un hemicuerpo (el contrario al hemisferio lesional) se vea afectado a nivel de tono muscular, fuerza y/o movilidad. Si no realiza actividad con el hemicuerpo afectado, este queda en desuso, aumentando en mayor medida las limitaciones funcionales secundarias a la lesión. |
⦁ Pérdida de masa ósea: la actividad física es la que estimula la producción de hueso en el organismo. Si tras el ictus iniciamos una vida sedentaria, esta formación no se estimula, pudiendo sumarse al problema inicial otras patologías como osteoporosis, fracturas óseas, etc. |
⦁ Aumento del gasto cardíaco: traducido en un mayor esfuerzo para poder subministrar la sangre cargada de nutrientes a todo el organismo, traducida en un aumento de la presión arterial. Los ictus se pueden producir por el taponamiento de una arteria a nivel cerebral o por una rotura de una arteria, por lo que debemos evitar cualquier situación de sobreesfuerzo cardíaco. |
⦁ Aparición de alteraciones de la microcirculación (ej.: edemas): en los ictus más graves los pacientes suelen estar encamados. Por la falta de actividad es típico la producción de edemas, que consisten en la acumulación de líquido intracelular bajo la piel; estos edemas pueden comprimir raíces nerviosas y producir dolor. |
⦁ Aumento del esfuerzo respiratorio: tras un ictus con típicas las posiciones mantenidas de flexión, como sedestación en superficies blandas que nos permiten “hundirnos” (como sofás, sillas de ruedas, sillas con cojines), que producen una limitación en la capacidad de los pulmones para insuflarse, quedando las bases pulmonares inutilizadas, favoreciendo la aparición de patologías respiratorias como neumonías. |
⦁ Aumento de peso. |
⦁ Apatía. |
⦁ Depresión: en ictus con lesión frontal es típico la alteración del comportamiento hacia la apatía y aislamiento social. |
Todas estas alteraciones que se producen en el organismo como consecuencia del sedentarismo, sumadas a las secuelas que la propia alteración neurológica produce a nivel físico, desencadenan en el paciente con ictus un círculo vicioso hacia el empeoramiento, que va a influir negativamente sobre el propio pronóstico funcional posterior. Es por todo ello relevante tener en cuenta que realizar toda la actividad física diaria posible (caminar, nadar, jardinería, labores del hogar, entre otras) ayuda a todos, y especialmente a las personas que han sufrido un ictus a:
- Mejorar la salud ósea, aumenta la densidad y función de los huesos. Mejora el estado muscular, disminuir el riesgo de caídas (y por ende las fracturas óseas).
- Disminuir el esfuerzo respiratorio y gasto cardíaco.
- Contribuir en la prevención y control de las enfermedades cardiovasculares (hipertensión arterial, infarto o ACV) y enfermedades metabólicas (diabetes, colesterol alto).
- Es fundamental para el equilibrio metabólico (glucemia, colesterol, hormonas tiroideas) y colabora en el control de peso, favoreciendo la disminución de la grasa corporal.
- Prevenir la aparición de alteraciones de la microcirculación.
- Mejorar la destreza motriz y las habilidades de nuestros movimientos cotidianos.
- Mejorar la digestión y la regularidad del tránsito intestinal.
- Ayudar a mantener, mejorar la fuerza y la resistencia muscular, incrementando la aptitud física.
- Ayudar a controlar el peso.
- Ayudar a mejorar y conciliar el sueño.
Hay que tener en cuenta que también a nivel psicológico, por la liberación de diversas hormonas durante la realización del ejercicio, como son las endorfinas y adrenalina entre otras, se produce una sensación de bienestar y aumento del autoestima, liberación de estrés y disminución de la ansiedad y depresión. Por otro lado, el ejercicio físico ayuda a la mejora de las funciones cognitivas como la concentración, memoria y atención.