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El retraso psicomotor

El desarrollo psicomotor está motivado fundamentalmente por dos factores:

  • La maduración de todas las estructuras corporales, incluido el sistema nervioso, como ya os hemos contado. 
  • La experiencia, que genera un aprendizaje, fruto de la interacción del niño con su entorno. De esta forma, el bebé, y posteriormente el niño, se descubre a sí mismo y al mundo que le rodea. 

Cuando los logros del desarrollo (denominados técnicamente como hitos) no se producen cuando deberían hacerlo, se dice que un niño tiene un retraso psicomotor. Si es así, resulta fundamental detectarlo de forma precoz, para poder abordarlo y así ayudarlo en las dificultades que presenta, promoviendo que pueda explorar y conocer su entorno.

Para valorar si existe o no un retraso en este desarrollo, es fundamental la valoración por parte de un profesional con formación y experiencia específica, que sea capaz de evaluar cuál es el comportamiento del niño y cómo se desenvuelve en su entorno. Para esto deberá realizarse una entrevista con la familia, así como la valoración de áreas específicas del desarrollo: 

  • La motricidad gruesa: Relacionada con la postura y el movimiento corporal del niño (sentarse, gatear, caminar…).
  • La motricidad fina: Relacionada con la capacidad para manipular objetos cada vez más pequeños.
  • La cognitiva (aprendizaje, memoria, atención…).
  • La capacidad afectivo-social.
  • El lenguaje (comprensión, expresión). 

 Para realizar el diagnóstico existen pruebas y test que permiten desde edad muy tempranas cuantificar los hitos de desarrollo psicomotor y que pueden servir para realizar un screening (cribado), tales como el Test de Denver, el test neurológico neonatal de Hammersmith o la valoración de los movimientos generales.  Además, las pruebas de laboratorio y de imagen son útiles para descartar afectaciones genéticas o metabólicas. Sin embargo, la valoración debe estar contextualizada y tener en cuenta aspectos individuales y particulares de cada caso, para poder ser un reflejo de la realidad del bebé o el niño que estamos evaluando. 

Si tras realizar una valoración o seguimiento se observan dificultades en el desarrollo motor del niño, es fundamental determinar en qué medida esas dificultades limitan su desempeño y su interacción con el entorno, para poder ofrecer información a los padres sobre cómo pueden ayudarle en el día a día. 

Cuando el profesional, por ejemplo, el fisioterapeuta pediátrico, determina que sí existe un retraso en el desarrollo, pero que no son necesarias las visitas semanales, ofrece pautas y recomendaciones de manejo durante el día para los padres; ofreciéndoles la posibilidad de conocer las dificultades de su hijo y qué hacer para ayudarle y promover su desarrollo.

Posteriormente, se acuerda una reevaluación para determinar cuál es la evolución y si se han adquirido nuevos hitos de desarrollo; así como para actualizar las recomendaciones, convirtiendo a las familias en parte activa del proceso. 

Los primeros años de vida son esenciales para el desarrollo de nuestro sistema nervioso, ya que es durante este período cuando se produce un crecimiento, tanto en número de neuronas, como en conexiones entre ellas. En la práctica, esto se observa en el niño, que muestra enormes cambios en sus capacidades y en su relación con el entorno; de forma que, a los 6 años de edad, poco o nada “va a quedar” del bebé que respiró por primera vez al nacer. Este crecimiento y continuo cambio se denomina técnicamente desarrollo psicomotor, y se define como la adquisición de las habilidades que se observa en el niño de forma continua durante toda la infancia.