En el anterior post sobre “Alimentación y Disfagia” explicamos la importancia de mantener la alimentación oral a lo largo de la vida y también dimos alguna pincelada sobre alteraciones neurológicas que pueden llevar asociado un déficit en la deglución (disfagia).
Diversos estudios demuestran que en el área de las patologías neurológicas la disfagia tiene un porcentaje de prevalencia más que destacable. Si a esto añadimos que es un trastorno desconocido tanto para el afectado como para su familia, nos podemos encontrar con una alteración de riesgo que en la mayor parte de los casos está infravalorada (por desconocimiento).
Algunas señales que deben alertarnos de una posible disfagia
Teniendo en cuenta todo lo anterior, a continuación describimos señales de alerta que nos permiten identificar la posible existencia de disfagia, y que pueden ayudar al cuidador y a la persona afectada. Son las siguientes:
- Babeo.
- Deglución (proceso de “tragado”) o masticación muy lenta, con residuos de alimento en la boca y/o salida de restos de alimentos por la nariz.
- Sensación frecuente de atasco en la garganta.
- Necesidad de tragar varias veces.
- Carraspeo continuo o frecuente.
- Voz húmeda.
- Tos y atragantamiento durante o después de la deglución.
- Necesidad de fragmentar el bolo y tragar en varios intentos.
- Molestia o dolor al tragar.
- Ausencia de reflejo de tos.
- Picos febriles de origen desconocido.
- Pérdida de peso sin causa aparente.
- Infecciones respiratorias de repetición sin causa aparente.
Ante la presencia de cualquier signo mencionado, debemos considerar la posibilidad de consultar al especialista, que será el encargado de considerar la posibilidad de realizar una exhaustiva exploración del proceso deglutorio, con el fin de diagnosticar o descartar la disfagia.