“Tras sufrir un ictus o un traumatismo craneoencefálico, mi familiar no es la misma persona”. Esta es una afirmación habitual para aquellos familiares que conviven con una persona que haya sufrido un daño cerebral adquirido (DCA). Y es que nuestro cerebro, además de ser la sede de nuestra capacidad de movernos, sentir, hablar y pensar, también lo es de nuestra empatía, nuestro autocontrol, nuestras emociones y nuestro conocimiento de las normas sociales implícitas. Por tanto, no es de extrañar que, al igual que se alteran aspectos físicos, de comunicación y cognitivos, también lo hagan componentes emocionales, motivacionales y sociales. No obstante, estos cambios van a depender de la personalidad previa y del tipo de lesión.
Cerebro emocional y cognición social: cómo actuamos.
Para entender este “cambio de personalidad” primero debemos hablar de la parte “emocional” y “social” de nuestro cerebro, una de las partes menos frecuentadas al hablar de cognición. ¿Por qué? Porque este cambio de personalidad suele referirse a 3 cosas distintas:
- “Está más malhumorado” o “actúa de forma más infantil”. Parece que después del daño cerebral adquirido (DCA) la persona se irrita con facilidad, también se frustra antes, tiende a dar respuestas “explosivas” cuando se le contradice lo más mínimo, pero luego no guarda rencor y se le pasa tan rápido como le vino.
- “Tiene menos filtro, a la hora de hablar y comportarse” o “parece que tiene menos vergüenza, hace cosas que antes no haría”. Este aspecto se denomina desinhibición, y podría decirse que se trata de una “pérdida de filtro”, ya que lo que ocurre es que se altera esa capacidad de autocontrol que tenemos para medir si lo que decimos o hacemos es adecuado en cada momento.
- “No hace nada, no le motiva nada” o “no empieza conversaciones por sí mismo ni propone planes”. El generar planes, proponer ideas de forma espontánea o comenzar cualquier tipo de acción son conductas que dependen de un área cerebral específica (corteza cingulada anterior), que si se ve afectada por un DCA, desde fuera se vive como pérdida de iniciativa y, consecuentemente, de interés. La diferencia con síntomas de tipo depresivo es que estas personas hacen los planes que se les propone, ya que la dificultad está en generarlos.
- “Parece que solo es capaz de pensar en sí mismo/a, no tiene en cuenta cómo puede afectar a los demás lo que hace” o “parece que estuviese encerrado en una habitación consigo mismo, solo piensa en él/ella”. Esta alteración de la empatía es uno de los aspectos más duros de compartir por parte de los familiares tras un DCA, ya que podría malinterpretarse y verse como una acusación hacia el paciente. Sin embargo, es una sensación que genera mucha carga emocional para el cuidador y el no expresarlo aumenta aún más ese desgaste.
Estos cambios de personalidad tras un DCA son aún más llamativos si la personalidad previa era muy diferente, por ejemplo, personas más introvertidas o calladas; mientras que tiende a normalizarse si la personalidad previa era similar.
Intervención neuropsicológica
Como vemos, existen diferentes perfiles, siendo lo habitual que algunas de las observaciones mencionadas anteriormente confluyan en la misma persona.
Es importante tener en cuenta que las alteraciones de conducta descritas son derivadas de un DCA, y no son comportamientos intencionados, es decir, la persona no los hace a posta. Al igual que ocurre a veces con los problemas de atención y memoria, que son interpretados como “no me quiere oir”, “no me hace caso”, o “se acuerda de lo que le interesa”; los problemas de conducta son más fácilmente atribuibles a la voluntad, “es un malhablado”, “se ha vuelto un egoísta”, o “se ha vuelto un vago”. En la medida de lo posible, es valioso tanto para la persona como sus familiares, evitar ese tipo de comentarios y aprender a analizar situaciones y dificultades.
Concretamente, la intervención neuropsicológica en estos casos está orientada hacia 2 pilares fundamentales:
- Psicoeducación a la familia y el/la paciente. Comprender qué es lo que le pasa a la persona y cómo se explican las conductas problemáticas es fundamental para generar un cambio. Una parte fundamental del tratamiento es aprender qué es lo que ha cambiado en la persona, saber en qué fijarnos y cómo puedo cambiar ciertas conductas o el entorno para minimizar o modificar el impacto que tengan.
- Modificación de conducta. Junto con ese aprendizaje se introducen técnicas que ayudan a generar un cambio en las rutinas, generar otras nuevas o disminuir la frecuencia de algunas conductas.
El abordaje apropiado de las alteraciones de conducta tras un DCA es aquel que permite aprender a identificar estas dificultades a la vez que ofrece herramientas, al paciente y su círculo cercano, para generar un cambio.