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¿Cómo podemos ayudar a prevenir caídas en nuestros mayores?

1. Envejecimiento

El envejecimiento es un proceso natural y universal, pero a la par complejo, donde interactúan variables como la genética, el medio ambiente, el estilo de vida y las enfermedades crónicas. El modo en cómo lo hagan va a depender en gran medida de la forma de envejecer.

La estructura demográfica ha experimentado profundos cambios en la última década. La esperanza de vida en los mayores de 65 años se ha incrementado de manera importante y consecuentemente se ha producido un envejecimiento de la población. Es de vital importancia analizar la atención de este grupo poblacional y prevenir aquellas situaciones que ocasionan una mayor morbimortalidad en ella. Una de estas situaciones son las caídas en las personas mayores, las cuales hay que abordar de manera multidisciplinar, ya que en ellas inciden factores clínicos, sociales y familiares.

El estilo de vida, los hábitos alimentarios, la actividad física y la presencia de enfermedades determinan su evolución. La independencia y calidad de vida de los mayores sigue siendo uno de los principales desafíos clínicos y de salud pública . 

El envejecimiento activo es un concepto introducido por la OMS en 2002 y definido como «el proceso de optimización de oportunidades de salud, participación y seguridad para mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen». Este debe implementarse a todas las personas mayores buscando en todo momento la atención centrada en la persona, es decir, poniendo el foco en sus expectativas, recursos y necesidades y no en los síntomas y enfermedades. 

A pesar del conocimiento de los beneficios relacionados con la salud que tienen el envejecimiento activo y la actividad física diaria, la mayoría de personas mayores de 65 años están inactivas la mayor parte del tiempo por lo que desde Neuraxis, queremos compartir con vosotros la importancia de mantenerse activos a cualquier edad.

2. Pautas básicas domiciliarias

●     Usar calzado con suela antideslizante y que sea cerrado (evitar calzado abierto en el talón, tipo chancla).  

●     Mantener los pasillos libres y sin obstáculos. 

●     Mantener suelos secos y sin encerar. Quitar del suelo cables o alfombras con los que puedan tropezar. 

●     Mantener camas con la altura adecuada (lo podemos comprobar cuando la persona, sentada en la cama, se levanta con mayor facilidad y sale de ella con seguridad).  

●     Mantener ruedas frenadas de cama o silla.  

●     Cuando sea necesario como apoyo, usar la barandilla completa por un solo lado de la cama (teniendo el otro lado libre para salir) o medias barandillas.  

●     Usar sillas con reposabrazos que faciliten levantarse.  Usar bases antideslizantes para el asiento o respaldo de las sillas.  

●     Usar tiras antideslizantes a pie de inodoro y barras de apoyo en baño y ducha.  Si es necesario, usar elevadores en el inodoro.  

●     Buen mantenimiento y revisión del estado de sillas, camas y ayudas técnicas (bastones, andadores).  

●     Contar con algún sistema de aviso ante emergencias. 

3. Ejercicio terapéutico en geriatría

El ejercicio físico es uno de los pilares fundamentales tanto en la prevención como en el tratamiento de la fragilidad en mayores. Se ha comprobado que es significativamente superior a todas las intervenciones conocidas nutricionales y hormonales para estabilizar, aliviar y revertir esta entidad. Para actuar sobre los cuadros propios del envejecimiento y reducir la fragilidad hay que actuar sobre su principal factor de riesgo: la inactividad. La inactividad física es un elemento nuclear en el desarrollo de la fragilidad, puesto que es esencial en determinar el estado cardiovascular, la resistencia insulínica y el deterioro músculo-esquelético (sarcopenia), al tiempo que contribuye al deterioro cognitivo y la depresión. Las intervenciones centradas en la actividad física han demostrado su eficacia en retrasar e incluso revertir la fragilidad y la discapacidad. También tienen demostrada eficacia en mejorar el estado cognitivo y fomentar el bienestar emocional. 

Los programas de ejercicio terapéutico basados en el entrenamiento de fuerza y resistencia constituyen las intervenciones más eficaces para retrasar los cuadros clínicos relacionados con el envejecimiento. Para la obtención de resultados óptimos, el diseño de un programa de ejercicio físico en el mayor frágil debe acompañarse necesariamente de recomendaciones sobre variables tales como la intensidad, potencia, volumen y frecuencia de entrenamiento ideales en esta población.

 La personalización de estos programas de acuerdo con los factores genéticos, el estado de la condición física, la edad de los participantes y las modalidades de ejercicio aplicado sigue siendo la clave para el diseño y la evaluación del impacto del tratamiento y de la prevención de caídas.