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Terapia ocupacional y atención temprana

Los primeros años de vida del bebé se caracterizan por la adquisición de funciones tan importantes como el control de la postura y el movimiento, la autonomía en los desplazamientos, la comunicación, la regulación emocional y la interacción social. En esta época se establecen los pilares básicos del desarrollo, por lo que es esencial prestar especial atención a este momento de la vida. De ahí la importancia que cobra la Terapia Ocupacional.

Las actividades cotidianas de un bebé consisten en jugar, explorar su entorno, establecer las primeras relaciones sociales (con los miembros de la familia y otros niños más adelante), recibir los cuidados necesarios por parte de sus padres y comenzar a adquirir algunas habilidades para la vida diaria como alimentarse, limpiarse o vestirse y quitarse algunas prendas.

¿Cuándo interviene la Terapia Ocupacional?

Un niño puede ser derivado a Terapia Ocupacional cuando aparecen dificultades en la adquisición o en la participación en las actividades mencionadas anteriormente, o por dificultades motoras, sensoriales, cognitivas y psicosociales que pueden interferir en su desarrollo (por ejemplo, dificultades para la manipulación de objetos, jugar con otros niños, o tolerar el tacto a determinadas texturas).

Resulta de vital importancia partir desde la propia motivación del bebé para fomentar la adquisición de las habilidades necesarias, por este motivo, el juego se convierte en el eje principal del tratamiento, al ser la actividad en la que el ser humano invierte más tiempo durante la infancia y que resulta imprescindible para la adquisición de las capacidades necesarias para participar en otras actividades futuras.

Es importante el trabajo conjunto con la familia y otros entornos como la guardería o la escuela. De este modo, los avances realizados durante las sesiones pueden ser trasladados a sus rutinas y las de su familia.

En conclusión, la Terapia Ocupacional trabaja, junto con la familia y el entorno, para fomentar el desarrollo del niño y promover su participación en las actividades que son propias para su edad, potenciando sus capacidades y trabajando aquellos aspectos que le ayuden a conseguir su autonomía.

Los primeros años de vida del bebé se caracterizan por la adquisición de funciones tan importantes como el control de la postura y el movimiento, la autonomía en los desplazamientos, la comunicación, la regulación emocional y la interacción social.