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¿Necesita mi niño terapia ocupacional?

Durante el proceso de desarrollo del niño se van adquiriendo ciertas habilidades que le permitirán seguir aprendiendo y adquiriendo nuevas capacidades y conocimientos, y con ello, ser independiente en las actividades de la vida cotidiana.

Sin embargo, en ocasiones los padres pueden observar conductas o dificultades en sus hijos que no se corresponden con un niño de su edad. En la evaluación de terapia ocupacional es frecuente escuchar frases como “no es capaz de organizarse para realizar las tareas del colegio”, “tiene muchas dificultades para vestirse”, “no consigue manejar la cuchara”, “pierde la atención constantemente”, “parece torpe en comparación con los otros niños de su clase”.

La terapia ocupacional es una disciplina que se ocupa de conseguir que la persona participe en las actividades del día a día de forma independiente.

La participación en las actividades cotidianas puede verse alterada en los niños sobre todo por dificultades relacionadas con:

  • Motricidad gruesa: Problemas para saltar, sortear obstáculos, agacharse, mantener el equilibrio o correr, entre otras actividades.
  • Motricidad fina: Dificultades para tareas que impliquen mayor precisión de movimiento, como agarrar un lápiz para escribir, abrochar un botón, cortar con tijeras, etc.
  • Secuenciación de tareas: organizar los materiales que necesita para realizar una actividad, qué pasos debe seguir…
  • Integración sensorial: A menudo podemos observar que el niño muestra una aversión exagerada a determinados estímulos sensoriales (le molestan las etiquetas, o el tacto de la arena o la hierba, pueden molestarle en exceso algunos sonidos, o estar despistado por ruidos de fondo como el tic tac del reloj). Es posible que observemos el caso contrario, que parezca no ser consciente de lo que pasa a su alrededor, puede dar la impresión de que no nos escucha, aunque no tiene ningún problema de oído, o vemos que se da golpes y parece no sentirlo, o incluso que se exponga a actividades de cierto riesgo.

Además de valorar todas estas habilidades, es tarea del terapeuta ocupacional revisar si existen barreras que puedan limitar la participación del niño en determinadas actividades. Estas barreras pueden ser físicas (no puede bajar a jugar al patio porque no dispone de una rampa adecuada para acceder con la silla de ruedas), ambientales (demasiado ruido, entorno muy desorganizado) o incluso sociales (otros niños o profesores no saben cómo interactuar con él para que participe en las actividades del aula).

Una vez detectadas las áreas a trabajar, se fijan los objetivos que sean necesarios con los padres y, siempre que sea posible, también con la participación del propio niño. La forma de intervención va a variar según las necesidades del niño y los objetivos marcados, adaptando la forma de trabajar a cada caso individual.

Es sumamente importante recalcar el papel de la autonomía personal del niño, pues le proporciona las herramientas necesarias para participar de forma activa en su vida. Esto permitirá, además de aumentar su calidad de vida, que adquiera herramientas para su desarrollo y para llegar a una vida adulta en la que sea él mismo quien maneja su propia vida.

Durante el proceso de desarrollo del niño se van adquiriendo ciertas habilidades que le permitirán seguir aprendiendo y adquiriendo nuevas capacidades y conocimientos, y con ello, ser independiente en las actividades de la vida cotidiana.